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Cecilio Andrade

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Consejos ante un enfrentamiento
« on: January 12, 2017, 08:30:59 AM »
Consejos ante un enfrentamiento.

Por Cecilio Andrade.


Releyendo por… ¿cuántas llevo ya? me resulta imposible reseñar el número de veces que he repasado esa obra. En fin, volviendo a la relectura interminable, en este caso estaba repasando aleatoriamente algunos de los cientos de subrayados, en distintos colores y texturas, fruto de cada una de esas innumerables (re)lecturas.
La primera cita que me saltó a la cara fue “Cuando se resuelven los problemas antes de que surjan, ¿quién llama a esto inteligencia? Cuando hay victoria sin batalla, ¿quién habla de bravura?” Planificar, prever, analizar, estudiar, documentar, implementar y repetir el ciclo, sí, así es sin duda. La siguiente puede parecer más críptica para muchos, “Para tomar infaliblemente lo que atacas, ataca donde no haya defensa. Para mantener una defensa infaliblemente segura, defiende donde no haya ataque.” O sea, según mi modesto entender ¿será básicamente romper los esquemas del adversario, ser imprevisible, planificar esa imprevisibilidad propia y romper el ciclo OODA del adversario? Puede ser.
Obviamente a ese subrayado se le unieron dos más, íntimamente relacionados. El primero seguro que les suena a muchos de Ud´s, “Antiguamente, los guerreros expertos se hacían a sí mismos invencibles en primer lugar, y después aguardaban para descubrir la vulnerabilidad de sus adversarios. Hacerte invencible significa conocerte a ti mismo; aguardar para descubrir la vulnerabilidad del adversario significa conocer a los demás. La invencibilidad está en uno mismo, la vulnerabilidad en el adversario. Por esto, los guerreros expertos pueden ser invencibles, pero no pueden hacer que sus adversarios sean vulnerables.” El segundo quizás no tanto, aunque tras compararlos estoy seguro que comprenderán la relación tanto para un ejército como para un guerrero aislado, “Un ejército no tiene forma constante, lo mismo que el agua no tiene forma constante; se llama genio a la capacidad de obtener la victoria cambiando y adaptándose según el enemigo.” Adaptación y “autoconstrucción”, las asignaturas pendientes de tantos.
Finalmente acabé rumiando esa parte que siempre me pareció la base, el espíritu en realidad, de toda la obra, aplicable a la vida en si misma, a saber: “Si conoces a los demás y te conoces a ti mismo, ni en cien batallas correrás peligro; si no conoces a los demás, pero te conoces a ti mismo, perderás una batalla y ganarás otra; si no conoces a los demás ni te conoces a ti mismo, correrás peligro en cada batalla.”
Es increible como se pueden encontrar matices y detalles nuevos y diferentes (re)leyendo según en que momento o época de la vida. Definitivamente seguiré acumulando relecturas del Gran Maestro Tzu.


¿Se puede salir indemne en todas y cada una de las “batallas” que la vida nos presenta? Lamento decir que no lo creo, y en las batallas que nos ocupan, las violentas con armas por medio, mucho menos. Salir más o menos airosos incluso vencer es una cosa, ¿pero indemnes? Nunca. Ya sea física, mental o espiritualmente, la triqueta definitoria del ser humano, es imposible ser el mismo tras un evento como el que intento presentarles en cada escrito. Si algo tienen en común todas las batallas, de todos los tipos que la vida nos presente, es que comparten unas pautas, tanto en su preparación y desarrollo como en su desenlace y efectos posteriores.
Es por ello que les emplazo y reto que al terminar de leer el presente texto busquen encajarlo en esas parcelas cotidianas de la vida en las que luchamos día a día. Mi trabajo de hoy se refiere a enfrentamientos armados pero, honestamente, creo que con pequeñisimas adaptaciones puede aplicarse a todas esas batallas, pequeñas y grandes, con las que lidiamos en nuestro devenir cotidiano. Si tengo razón en ello o no con seguridad el tiempo, y Uds con sus comentarios, me lo harán saber.
Al final tendrá razón mi amigo Ernesto, soltar “filosofadas” varias se está convirtiendo en mi costumbre. ¿Será una buena o una mala costumbre? Buena pregunta ¿No creen?
Poniendo los pies en la tierra analicemos siete simples consejos, ya que no pretendo mucho más que eso, aconsejar.

Consejo 1: busque ser proactivo siempre.
Ser proactivo significa que ante cada estímulo del entorno tenemos la capacidad de definir la respuesta que queremos, y debemos, dar, lo cual implica que no somos cautivos de las acciones que sobre nosotros se realizan, sino libres constructores de nuestras reacciones.
Quien me siga con asiduidad ya sabe lo que me gustan los ejemplos relacionados con el automóvil y su entorno, por lo que usaré de nuevo el que para mi es el simil más fácilmente comprensible en la actual sociedad motorizada, donde es muy raro encontrar a alguien que hoy en día no conduzca.
Imaginemos la típica situación del “descerebrado estípido”, ¡¡¡uy!!!! Perdón por mi falta de corrección política, debí decir “tocador de claxon, vociferante con prisa para llegar a ninguna parte”, ¿les suena de algo cotidiano?
Las acciones posibles pueden ser muchas. Desde dejarnos llevar por sus acciones y sacarnos de en medio de prisa y atemorizados; detenernos para con una cara dulce y cándida bajarnos del automóvil preguntando ¿necesita ayuda? ¿le ocurre algo? ¿dejó de tomar su tratamiento para alguna enfermedad mental? ; tambien seguir con lo nuestro sin pensar en el individuo más allá de la posibilidad de colisionar al maniobrar; y, el extremo final por supuesto, podemos bajarnos del vehículo con la misma cara cándida e inocente de antes para vaciar contra su parabrisas y motor el cargador de 100 cartuchos de nuestro AK47, que como todo hijo de vecino llevamos bajo el asiento.
¿Uds. llevarán uno también? ¿No? ¡Ups! Vaya. Olviden lo que he escrito.
Independientemente de mi habilidad para el humor al escribir, lo que quiero y deseo transmitir es que lo verdaderamente importante es muy simple, la decisión debe ser nuestra, ya que seremos los únicos responsables de dicha acción.
Ser responsables de una acción implica que debemos ser “si o si” nosotros los que decidamos, sin dejar que los agentes externos nos hagan seguir un camino u otro de manera forzada e indeseado.
¿A cuantas cosas de su vida aplicarían este primer consejo?

Consejo 2: Toda carrera debe tener una meta.
El azar es esa causa o fuerza que supuestamente determina que los hechos y circunstancias imprevisibles o no intencionados se desarrollen de una manera o de otra, el generador de percances o desgracias imprevistos, sin una intención o un propósito determinados, de manera fortuita o casual. Lo cual nos lleva a que el azar no es buen asesor.
¿Confiarían su vida al azar, a la “suerte”? Se que mucha gente lo hace de forma cotidiana y voluntaria, tanto por razones religiosas como por motivos psicológicos y/o sociales es la forma de vida de gran parte de la humanidad, confiar que algo ajeno nos encuace y guie en el camino correcto, dejándose llevar al buen albur.
Tanto por educación desde niño, gracias abuelos, como por experiencias vitales, nunca consideré bueno ni correcto dejarme llevar por el capricho ni el azar, y mucho menos por las acciones de nuestros adversarios. Hay que tener objetivos claros, definidos, precisos, concretos y sobre todo accesibles a nuestras habilidades y capacidades. Respecto a todo lo anterior debemos poder marcarnos las metas, tanto finales como intermedias.
Cada vez que tomemos una decisión instintiva, recordemos que ese instinto se puede educar y entrenar en mayor o menor medida, debemos saber si ésta nos acerca o nos aleja de nuestra supervivencia y de nuestra meta. Debemos analizar si es una decisión coherente o una simple respuesta de “arrastre”.
Hasta aquí el segundo consejo ¿aplicable?

Consejo 3: definiendo prioridades.
Para cualquier decisión que tomemos en la vida, si queremos hacerlo todo a la vez acabaremos por no hacer nada, salvo seguramente morir si por desgracia estamos inmersos en una acción defensiva. Como ya comenté en varios artículos previos, no existe eso de ser capaz de hacer varias cosas bien a la vez, todo lo que haga perfecto le resta habilidad a otra acción, y eso no es una opinión personal, es un hecho contrastado y estudiado.
En cualquier acción de combate hay que tener siempre claro que por muy rápido, fuerte y habilidoso que uno, y una, crea ser, siempre habrá alguien mejor, siempre es posible que nos sorprendan, que tengamos un mal día, que estemos agotados y lentos, Etc.
Lo primero es lo primero, salir del ataque, si no estoy no puedo recibir la agresión, si me muevo gano espacio y tiempo para poder seguir haciendo cosas, incluso para romper el ciclo OODA de los agresores y permitirnos ese segundo de pensamiento vital que nos permitirá ser directores de nuestra supervivencia.
Todo tiene un ritmo según el momento y la situación, en la vida y en la lucha. ¿No lo creen?

Consejo 4: “yo soy (el) bueno, yo ganaré y tu perderás”.
Vivimos en una época de extremos, y en lo que afecta al trabajo sobre el tema que están leyendo ahora mismo no lo es menos. Egos sobredimensionados o infravalorados, raro es encontrar un equilibrio sano y honesto. Por desgracia el equiibrio es lo único que nos dará la base y cimientos firmes que necesitamos para luchar y tener una posibilidad sobrevivir.
Si nuestra mente está concienciada de ser mediocre en el tiro, falta de fortaleza física, falta de coordinación, el horóscopo del periódico dice que hoy no nos saldrá nada bien, un niño se ha reído de nosotros mientras llorabamos al enterarnos del fallo en los implantes de silicona del famosillo, o famosilla, de turno, en fin, si no estamos concienciados de la victoria, perderemos.
Por desgracia en este juego que nos ocupa no suele haber segundas vueltas de recuperación para mejorar nota. Cuando la vida está en juego, “soy el mejor”, “el único”, “ganaré si o si”. Pondremos todas nuestras capacidades fisicas, mentales, emocionales y, si me permiten, espirituales en aras de la victoria. Vencer no implicará medallas ni copas, el “premio” será la propia supervivencia, la de nuestros seres queridos, amigos u honestos ciudadanos que debamos proteger y servir.
Es simple, somos nuestro peor, o mejor según se mire, enemigo, de nosotros depende si nos autotraicionamos ofreciendo al adversario el cuello desnudo o, por el contrario, lucharemos hasta que, como dice el ideario de una de mis antiguas unidades, logremos “vencer o morir”.
La vida “normal” no difiere mucho tampoco, salvo en los resultados finales, ¿piensan igual?

Consejo 5: Ponerse en la cabeza del adversario.
Bien, antes de continuar, que quede muy “clarito” que aquí no se trata de subirse con las botas de combate encima del cráneo de nadie, aunque, ciertamente, a veces ese método funciona de maravilla. Amén de lo increiblemente placentero que pueda resultar, se trata de pensar tal y como él, el adversario, lo hace.
 Hay que ponerse en su lugar y ver las cosas como él las ve. Parece algo muy fácil que todos damos por supuesto, pero siempre resulta más difícil de lo que se observa en principio, sobre todo para los buenos. Por desgracia lo “normal” y habitual es seguir el refrán popular aquel que nos enseña “piensa el ladrón que todos son de su condición”.
  Suele usarse con la maldad humana ¿verdad? Hagamos un ejercicio, piensen al revés, “piensa el honrado que todos son de su condición”. Pues así es, todos tendemos a creer que nuestros conceptos y principios, regulares, buenos, malos o peores, son los de todo el mundo, algo que jamás es así, siento apearlos a las bravas de un mundo ideal y fantasioso.
Pensar que alguien actuará como lo hacemos nosotros porque nosotros lo hacemos así es otra de esas sendas que nos lleva al desastre. Jamás hay que pensar que todo el mundo hace las cosas como nosotros o como otro cualquiera. Cada individuo es un mundo en si mismo, con sus limitaciones y habilidades, con sus costumbres y experiencias, con sus valores y principios, y toda esa combinación es tan única e inimitable como el código genético.
Abran su mente, que se expanda para abarcar otras formas de pensar, por más aberrantes que les parezcan, es la mejor forma de poder defenderse y luchar con eficacia. Comprendan los pensamientos de sus adversarios hasta que los neutralicen, a los adversarios quiero decir.
¿Útil en su día a día?

Consejo 6: ser equipo incluso estando solo.
Es cierto que se pueden hacer muchas cosas solo, pero la realidad es que cuanto más difícil es una empresa más ayudas necesitamos. Y, permítanme una personalización mía, se lo dice alguien para quien la soledad es un placer. A pesar de esa apreciación personal aprendí, unas veces a las malas y otras a las buenas, que en casi todo lo que vale la pena necesitamos un equipo, ya sea al lado y hombro con hombro, ya sea detrás por habernos aportado los apoyos, herramientas, medios y capacidades para lograr alcanzar cualquier meta.
Y esto no aplica tan solo en la labor diaria. Si en la instrucción y entrenamiento no tenemos críticos constructivos, gente que ya haya pasado por donde estamos nosotros, gente que tenga más experiencias, lo más probable es que no solo nos estanquemos, si no que incluso retrocedamos.
Recuerden como se aprende a vivir, un bebe siempre necesitará el equipo formado por su familia para aprender a andar, a comer, a ver el mundo, a usar el baño, dormir, jugar, interactuar, etc.
No existen los lobos solitarios, es tan solo otro invento efectista de esa pseudoprensa que busca lo sensacional y llamativo por encima del dato real y concreto, a los lobos solitarios los acaban matando los ciervos a cornadas, ni más ni menos.
Aunque esten solos piensen siempre que su equipo de apoyo es el bagaje personal que llevan encima, de las aportaciones de todos  y cada uno de los seres con los que han interactuado, unas veces de forma consciente y otras inconscientemente, unas veces de lo que deben hacer y otras de lo que no quieren copiar.
Individualmente o en grupo aprendan a trabajar en equipo. Se lo dice un impenitente e individualista “lobo solitario” que reconoce sin ambajes algo muy simple, sin ese equipo de personas que se cruzaron en mi vida jamás habría logrado salir del agujero donde tenían a bien traerle los conejos que los mayores cazaban.
La vida es trabajar en equipo, no lo duden.

Consejo 7: manténgase Uds., y sus herramientas, siempre a punto y listos.
Un leñador estaba tan inmerso en su trabajo de tala que olvidó dedicar unos minutos cada poco para afilar su hacha. Esos pocos minutos de afilado le hubieran permitido ahorrar muchas horas de esfuerzo agotador.
 de su afilado personal, como profesionales armados o legítimos usuarios, este es doble, cuiden de sus herramientas para que no les fallen en el peor momento, y con esa confianza en ellas puedan mantener el filo de su mente para la lucha.
Afilen su cerebro estudiando, analizando, documéntense y contrasten informaciones, en definitiva cultiven su mente.
Afilen su cuerpo, hagan un poco de ejercicio, por lo menos intenten lograr que bajar del automóvil no se convierta en una prueba olímpica. Por increible que les parezca a algunos, el ejercicio físico no solo ayuda a la reacción corporal eficaz, tambien la mente sabe reconocer esa eficacia, la confianza en nosotros mismos que se genera permite lograr una efectividad mucho mayor.
Afilen sus habilidades, vayan al campo de tiro, al tatami, con los compañeros, para tener un mínimo de conocimiento de las técnicas. Ese entrenamiento nos ayuda tambien a nivel psicológico, como en el caso del ejercicio físico, la confianza generada en nuestra capacidad técnica multiplica todos los demás factores.
Afilen sus armas, límpielas, manténgalas, repongan lo necesario, sustituyan cartuchos, cambien de funda si es necesario, de cinturón, etc. La confianza en el material que portamos es fundamental, algo evidente sin duda.
Un gran amigo lo describió perfectamente en un muy políticamente incorrecto verso:
“Mantén tus armas cargadas,
tus cuchillos afilados,
tus ojos abiertos,
y tu corazón de guerrero encendido.”
En definitiva, la mente, nuestra mente, es la que controla todo lo que podamos hacer, la suma de “afilados”, físicos, técnicos y materiales permiten que el centro de control que es nuestra mente responda con una eficacia realmente resolutiva o, de fallar alguno o varios puntos, se “autoflagele” frenandose como incapaz de resolver el problema.
Ni más ni menos que el viejo y simple “si creo poder hacerlo es muy probable que lo logre; si creo no poder hacerlo es seguro que fallaré”.

Un inciso respecto a la Mente.
Nuestra mejor y más eficaz arma, es la mente. Como ya comenté, si ésta se encuentra total y completamente concienciada de su correcta capacidad o nivel de respuesta, de su perfecto entrenamiento y sobre todo de su capacidad para sobrevivir a toda costa, logramos realmente un 80 por cien de posibilidades de salir airosos de cualquier situación imaginable.
Somos tan fuertes y eficaces como nuestra mente crea serlo. Pero, eso sí, siempre y cuando nuestro trabajo de educación de esa mente haya sido realista y consecuente, sin falsos objetivos ni autoengaños.
Nuestro principal enemigo podemos serlo nosotros mismos, primordialmente a través del estrés, y sobre todo por una mala gestión y comprensión del mismo. Resumiendo, la concatenación de los siete consejos citados formarán un bloque único, en el cual si uno de ellos falla el conjunto se resiente.
Conseguir que esa conjunto forme un todo con nuestro trabajo diario, único, coherente, realista, en continua evolución y adaptación, capaz, etc, es algo no solo difícil, si no en muchas ocasiones aparentemente imposible. El ambiente laboral, social y político, por un lado, junto con los problemas personales del día a día de toda persona, pueden mermar sus capacidades hasta el punto de incapacitarlo para generar una respuesta adecuada a una situación de alto riesgo.
Es por ello que quizás debamos intentar ser más exigentes con nosotros mismos, como operadores armados, para regresar a casa cada día y abrazar a nuestros seres queridos, pero a la vez desarrollar el trabajo que se nos ha encomendado de forma segura y eficaz.
Nuestra mente es siempre nuestra aliada o nuestra enemiga.
De nosotros depende.
Cuídense y cuiden de los suyos.


Centroamérica. Enero del 2017.

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"Ve a decirles a los espartanos,
extranjero que pasas por aqui,
que, obedientes a sus leyes,
aqui yacemos."
                                   Simonides.

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