Por Cecilio Andrade
Ser proactivo.
Esto quiere decir que ante cada estímulo del entorno tenemos la capacidad de definir la respuesta que queremos dar, esto es, no somos cautivos de las acciones que sobre nosotros se realizan, sino libres constructores de nuestras reacciones.
Los que ya me habéis sufrido en clase sabéis que me encanta los ejemplos relacionados con el coche y su entorno. Pues imaginaos la típica situación del capullo (uy!!!! Perdón) “tocador de claxon, vociferante con prisa para llegar a ninguna parte”, ¿os suena?
Podemos dejarnos llevar por sus acciones y sacarnos de en medio de prisa y atemorizados; podemos pararnos y con cara cándida bajarnos del coche preguntando ¿necesita ayuda, le ocurre algo?; podemos seguir con lo nuestro sin pensar en el individuo más allá de la posibilidad de colisionar al maniobrar; y por supuesto podemos bajarnos del coche con la misma cara cándida e inocente de antes para vaciar contra su capó el cargador de 100 cartuchos de nuestro H&K G36K, que como todo hijo de vecino llevamos bajo el asiento.
¿Uds. llevan uno también? ¿No? Vaya.
Lo importante es que la decisión sea la nuestra, ya que somos los responsables de esa acción.
Sin una meta no hay carrera.
No debemos dejarnos llevar por el capricho ni el azar, y mucho menos por las acciones de nuestro adversario. Hay que tener objetivos precisos, concretos y sobre todo accesibles a nuestras habilidades y capacidades, sobre los cuales marcar metas intermedias.
Cada vez que tomemos una decisión instintiva (recordemos que el instinto se puede educar y entrenar) debemos saber si ésta nos acerca o nos aleja de nuestra supervivencia.
Marquemos prioridades.
En una acción defensiva si queremos hacerlo todo a la vez acabaremos por no hacer nada salvo seguramente morir.
Hay que tener siempre claro que por muy rápido, fuerte y habilidoso que yo crea ser, siempre habrá alguien mejor, siempre es posible que me sorprendan, que tenga un mal día, que esté agotado y lento, Etc.
Lo primero es lo primero, salir del ataque, si no estoy no puedo recibir la agresión, si me muevo gano espacio y tiempo para poder seguir haciendo cosas.
Todo tiene un ritmo según el momento y la situación.
Yo soy (el) bueno, yo ganaré y tu perderás.
Si mi mente está concienciada de mi mediocridad en el tiro, de mi falta de fortaleza física, de mi falta de coordinación, de que el horóscopo del 10 minutos me pone que hoy no me saldrá nada bien, que un niño se ha reído de mi cuando lloraba al enterarme del fallo en los implantes de silicona de la Srta. Berrocal, en fin, si no estoy concienciado de mi victoria, perderé.
Y aquí no suele haber segundas vueltas.
Cuando la vida está en juego, soy el mejor, el único, el que ganará, de todas formas, si pierdo ... ... ... ... ...
Póngase en la cabeza del malo
Bien, antes de continuar, que quede claro que aquí no se trata de subirme con mis botas de montaña encima de su cráneo. Se trata de pensar como el lo haría. ¿Ok?
Hay que ponernos en su lugar y ver las cosas como él las vería. Parece fácil pero siempre resulta más difícil de lo que parece en principio, sobre todo para los buenos.
Jamás hay que pensar que todo el mundo hace las cosas como nosotros o como otro cualquiera. Cada individuo es un mundo, con sus limitaciones y habilidades, con sus costumbres y experiencias.
No debemos cerrarnos en banda.
Trabajar en equipo incluso estando solo.
Se pueden hacer muchas cosas solo, pero la realidad es que cuanto más difícil es una empresa más ayudas necesitamos.
No solo en el trabajo diario, si en la instrucción y entrenamiento no tenemos críticos constructivos, gente que ya haya pasado por donde estamos nosotros, gente que tenga más experiencias, lo más probable es que no solo no avancemos, si no que retrocedamos.
Recuerden como se aprende a vivir, un bebe siempre necesitará el equipo formado por su familia para aprender a andar, a comer, a ver el mundo, a usar el baño, dormir, jugar, etc.
No existe eso del lobo solitario, lo acaban matando los ciervos a cornadas.
Manténganse Uds. y su equipo apunto y listos.
Existe la historia de un leñador tan inmerso en su trabajo de talar árboles que olvidó que dedicar unos minutos a afilar su hacha. Algo que le haría ahorrar muchas horas de esfuerzo.
Afilen su cerebro, documéntense y contrasten informaciones.
Afilen su cuerpo, haga un poco de ejercicio, por lo menos que bajar del coche no se convierta en una prueba olímpica.
Afilen sus habilidades, vayan al campo de tiro, al tatami, para tener un mínimo de conocimiento de las técnicas.
Afilen sus armas, límpielas, manténgalas, repongan lo necesario, sustituyan cartuchos, cambien de funda si es necesario, de cinturón, etc
Mi hermano Gabe lo describió perfectamente:
“Mantén tus armas cargadas,
tus cuchillos afilados,
tus ojos abiertos,
y tu corazón de guerrero encendido.”
Cuídense compañeros.
