¿Qué es el Espíritu Guerrero? ¿Un concepto? ¿Un dato estadístico? ¿Una medida táctica de eficacia? ¿Qué es en realidad?
Debo contestar honestamente que no lo sé, no es nada de lo anterior, es todo lo anterior, y es mucho más que todo ello.
¿Los he liado? Es posible que el que no tenga las cosas muy claras sea yo mismo.
No conozco a dos individuos que hayan sabido contestarme a ese concepto de una forma idéntica, parecida quizás, pero cada uno le añade o le quita alguna cuestión que otro individuo considera importante o inexistente.
Es, eso sí, algo que muchos creen poder reconocer, emular y cultivar, aun sin tener muy claros los conceptos.
Pero, en realidad ¿podemos tener claro algo tan etéreo? ¿Algo tan sui géneris?
Y ahora, tras escribirla, creo que la última pregunta es más correcta de lo que en principio creí.
Sui géneris, según la RAE es una locución adverbial latina cuyo significado es “propio de su especie o género”, que en el idioma español se aplica a algo muy singular y/o excepcional.
Realmente, de ello estoy casi seguro, todos coincidiremos que de lo que estamos hablando, el Espíritu Guerrero, es por definición algo muy singular y excepcional.
También explica la RAE que el concepto fue creado por la filosofía escolástica para indicar una idea, una entidad o una realidad que no puede ser incluida en un concepto más amplio, es decir, que se trata de algo único en su tipo.
¿Qué más único que el Espíritu Guerrero? Y más en unos tiempos tan descreídos, despreciativos, egoístas y acomodaticios como los que nos han tocado vivir.
¿Qué compone el Espíritu Guerrero?
Como ya dije, no lo sé, por lo menos no lo sé con la exactitud con la que puedo definir las piezas que componen un M4, o las marchas de un vehículo, o los impuestos que debo pagar. Pero que me permitan, y sean indulgentes conmigo, si me atrevo a desarrollar una pequeña relación de conceptos que, en mi modesta opinión, entran en lo que debe ser el Espíritu Guerrero.
Estoy seguro que dejaré muchas cuestiones fuera de ese listado, ya sea por desconocimiento por mi parte, ya sea por no considerarlo importante, ya sea por despiste. Piensen que solo están leyendo una opinión personal, una simple opinión, tan merecedora de respeto como otras, eso sí, pero tan solo una opinión.
Casi todas las filosofías y culturas atribuyen seis puntos muy concretos:
- Una profunda moralidad y ética, normalmente basada en una también profunda religiosidad, lo cual no implica por ello fanatismo ni intransigencia, ni mucho menos una adhesión a un determinado culto de masas.
- Amor y respeto por la sociedad que lo engendró, lo cual implica como base de ese amor y respeto a la familia y a los amigos.
- La protección de la vida humana por encima de todo.
- Tener muy claro los conceptos de mal y de bien.
- El más evidente es el poder superar el miedo. Evidente, pero no por ello esclarecedor.
- Y por último es el poseer la capacidad y el poder interior para actuar basándose en lo que es correcto, no en lo que es mejor ni más cómodo. Poder soportar la tentación de lo incorrecto, por mucho que nos pueda favorecer de una forma u otra
A partir de estos seis puntos las divergencias empiezan a ser bastante evidentes según la sociedad, la cultura y la época.
¿Más?
Para mí, el ser capaz de asumir la responsabilidad de la propia seguridad y la seguridad de las otras personas, familiares, amigos, subordinados, jefes, así como las que la sociedad misma, forma parte inalienable de ese Espíritu del que hablamos.
Saber y tener asumidos los resultados y efectos de nuestras acciones, así como el coste de las mismas a nivel personal y social. La capacidad para ser conscientes y consecuentes con nuestras propias batallas, internas o externas.
Poseer la capacidad de poner fin a la vida de otro ser humano si por desgracia ello es necesario para proteger la vida de inocentes. Y por supuesto asumir la posibilidad de perder la propia vida en aras de esa protección.
¿Más?
Podríamos añadir cosas como eficacia en el manejo de armas, en la lucha, el estar alerta de nuestro entorno, conocer a las personas, tener planes de acción generales en cada contingencia, formarse y cualificarse, etc.
A partir de aquí podríamos hacer la lista interminable.
Realmente, creo que con los seis primeros puntos, más los tres siguientes que he osado añadir, son el compendio de todo ello. Todo lo demás entra, de una forma u otra dentro de esos puntos, conceptos o credo, cada unos que aplique lo que considere más oportuno.
¿Tenemos ese Espíritu Guerrero?
De forma completa es poco probable y raro.
Yo al menos no, y muy probablemente nunca lo tendré, pero sí creo que en el día a día de nuestra vida podemos comprometernos con ese espíritu y mejorar en todo aquello en lo que consideramos honradamente que somos deficientes.
Estoy seguro que para todos es real que la base de todo es el punto uno, así lo creo yo al menos. Una moralidad y ética firme dan la base firme y estable que necesitamos para mantener en marcha todos los demás aspectos, por muy dura que sea la situación.
Ello nos da también una cualidad de introspección y auto-reflexión sobre una base continua de honestidad. Lo cual requiere una puesta a punto continua, incluido, aunque no exclusivamente limitado a enfrentarnos al mal de forma física únicamente.
El Espíritu Guerrero no es un punto destino, es un proceso.
Un proceso de por vida, de esfuerzo extenuante y de sacrificio.
De invertir tiempo y esfuerzo para llevar uno mismo a su espíritu, a su mente, a su cuerpo y a sus acciones hasta un lugar indeterminado donde cultivar y fortalecer con éxito su propio Espíritu de Guerrero.
Por último, no es necesario ser un guerrero, definido como una persona habitualmente involucrada en la violencia, para poder cultivar un verdadero y sano Espíritu Guerrero. La persona de la profesión más anti-violenta en la que puedan pensar, puede tener un Espíritu Guerrero mayor que el más condecorado militar.
No lo olviden nunca, sentados a su lado, en el autobús, de forma anónima y humilde se encuentran muchos guerreros.
Igualmente, muchos patios de armas y desfiles, no están llenos más que con portadores orgullosos de abalorios y quincalla. Eso sí, orgullosos de la apariencia, que no es lo mismo que el orgullo de corazón.
Recuerden pueden encontrar el Espíritu Guerrero tanto en esos patios marciales como en el metro, reconózcanlo y habrán avanzado mucho.
Pero, sobre todo, piensen en cómo pueden hacer para que su propio espíritu no se estanque en lo cómodo, lo sencillo, lo aparente, lo beneficioso, o simplemente en lo egoísta y/o políticamente correcto.
Cuídense.