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Cecilio Andrade

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YO Maestro Jedi, YO sé todo
« on: September 01, 2016, 10:33:58 AM »
YO Maestro Jedi, YO sé todo.

Por Cecilio Andrade

“La mayor parte de la instrucción es que a uno le recuerden las cosas que ya sabía”. ¿Reconocen la cita? No es una de las más conocidas de Platón, pero quizás si debiera serlo en muchos ámbitos profesionales, y en el del profesional armado con más razón quizás. Pensándolo bien en el de los médicos también, sin duda, ambos trabajan con vidas. Un individuo mental y éticamente sano debería aspirar a seguir aprendiendo y creciendo hasta el último momento de su vida. Si es listo aprenderá de sus errores, de los errores de otros si es inteligente, y si es sabio lo hará de los éxitos de los demás. En el mundo del profesional armado esto implica estar continuamente aprendiendo, actualizándose, siendo un eterno alumno en definitiva. Después de todo como dijo perfectamente un poeta, Archibald MacLeish, “sólo hay una cosa más dolorosa que aprender de la experiencia, y es no aprender de ella”, sea propia o de otros, me gustaría añadir personalmente, si me permiten.

¿Acaso hay algo que valga la pena que sea fácil de aprender?





En una época donde la palabra escrita queda relegada por la frase “una imagen vale más que mil palabras”, Youtube es una magnífica herramienta de información, sin duda, siempre y cuando seamos capaces de encontrar la aguja en ese enorme pajar. Ni imaginan cuantos oyentes de conferencias o alumnos de cursos me sueltan cosas como “pues en Youtube he visto a fulanito haciendo eso así o asá”. Sin pretender menospreciar a nadie debemos preguntarnos muchas cosas al ver cualquier imagen, por muy técnica, estructurada y avalada de currículos que venga. La mayoría de los protagonistas de esos videos no lo hacen con mala intención, pero una gran cantidad de ellos suelen ver únicamente los hechos desde el lente que les toca personalmente.
 

Al ver cualquier imagen pregúntense siempre cosas como estas, entre otras:

-        ¿En qué campo tiene experiencia el autor?

-        ¿En qué contexto aplica estas técnicas?

-        ¿Existe un interés comercial y/o personal implícito?

-        ¿Son extrapolables sus experiencias a mi parcela de trabajo o a otros ámbitos?

-        ¿Legal, moral y éticamente es aplicable en mi entorno u otros?

Y, créanme, no solo se aplican a videos de Youtube y fotos de Facebook, por nombrar las dos plataformas más usadas, se aplican también a los cientos, si no miles, de instructores, maestros y gurús que alimentan un gremio profesional inseguro y preocupado. Realmente esos cientos o miles son los arboles que no nos dejan ver, en muchos casos, el bosque del mundo del adiestramiento táctico y armado.

Después de todo, si todos los profesionales armados y legítimos usuarios deben pasar por cursos, academias, capacitaciones, reciclajes, etc…. ¿Qué necesidad hay de otros cursos más? ¿No les enseñan ya todo lo que necesitan? ¿Para qué más? ¿Para qué derrochar más tiempo y dinero?

¿Uds. que opinan?

Personalmente tengo mi opinión sobre ello, algunos ya la conocen y no necesitamos entrar en detalles en el presente trabajo. Es para los que como yo opinan que aprender, adiestrarse, asistir a cursos y eventos, son solo mojones kilométricos en el “Camino” que hemos elegido seguir, para los que ha sido publicado este texto.

Para los demás… no vale la pena que se aburran con este texto.

¿Por qué seguir aprendiendo?

En todo lo que nos propongamos en la vida para avanzar y mejorar, resultando a la vez creíbles a nuestro juez más exigente, nosotros mismos, necesitamos demostrarnos tres cosas de forma constante.

-          Iniciativa.

-          Sacrificio.

-          Madurez.

Hay que moverse para llegar a algún lado, iniciativa. Debemos renunciar a determinadas cosas para poder avanzar, sacrificio. Hay que crecer para poder progresar, madurez.

No es difícil… ¿o sí lo es?

Como dijo la gran Mafalda mientras se veía con sus amigos reflejada en un espejo “hemos encontrado al enemigo… y somos nosotros”.

Ciertamente solemos ser nuestro más cruel enemigo, generamos autocomplacencia que nos hace vernos como alguien no necesitado de mejorar, o también alguien que puede mejorar y alcanzar cualquier meta solo y sin ayuda. Una u otra situación implica un ego dañino y peligroso, para uno mismo, y, si somos profesionales armados supuestos protectores de la sociedad, para terceros.

Si no nos vemos a nosotros mismos de forma realista nunca comprenderemos donde yacen nuestras dificultades y limitaciones, y si no las vemos no podremos avanzar y mejorar, nos estancaremos en un cómodo y confortable limbo personal. Lo cierto es que el mundo real no es ni cómodo ni confortable. Es por ello que necesitamos ponernos a prueba continuamente, y no se trata de buscar un duelo al estilo de “OK Corral”, si no de interactuar en entrenamientos, capacitaciones y cursos donde nuestro ego puede sufrir pero, gracias a ese sufrimiento, lograremos alcanzar puntos donde mejorar y anclarnos para seguir ascendiendo en nuestro “Camino”.

Instructor modelo “gaviota”.

Permítanme parafrasear de forma burda a un antiguo filósofo, la cursiva es mía, “la civilización está en peligro cuando el que no ha aprendido a aprender le es dado el derecho a enseñar”, ¿les suena? Seguro que si, y mucho.

Eso es el mundo actual, aunque ya maestros marciales orientales y occidentales desde hace siglos lo han comentado y criticado, donde el negocio y la vistosidad es lo  que genera el mercado de la instrucción táctica. Nada nuevo, y desde luego normal y lógico, hay que ganarse la vida, y la despensa diaria se llena con dinero, no seamos hipócritas en ello.

Una cuestión que suelo mirar en los instructores es su nivel de aceptación de comentarios y críticas, dice mucho ese detalle. Según Aristóteles lo mejor para evitar comentarios y críticas es no decir, no hacer y… no ser en resumen. Pero si no somos ese tipo de “no ser” debemos estar dispuestos a asumir comentarios y criticas, como personas es lo sano, como instructor o maestro es lo obligado.

Si contestan que tal gurú se lo enseñó, que tal mega fantástica unidad especial lo hace, o que lo aprendió mientras trabajaba para algo de lo que no puede hablar, sin más razones…. Seguro que saben lo que me pasa por mi mente al oírlo. Lo dejaré ahí.

Existen muchos tipos de gurús en este ámbito específico,  pero sin duda el más peligroso de todos es el instructor modelo “gaviota”, cuando algo no sale como enseña, llega volando, con mucho ruido y llenándolo todo de m… heces. Identificarlos no suele ser difícil… ¿Cuántos conocen así?

Quien explica contexto, porqué, cómo, cuándo, y donde, denota confianza en su enseñanza, en sus conocimientos, en si mismo… ¿conocen alguno así? No lo suelten.

Escuchar, la mejor lección.

La mayoría de las personas viven con tres falacias en su vida, y se las creen, me gusta contarlo porque es una de esas verdades en las que no hay sexismo, ya que tanto hombres como mujeres lo sufren, a saber:

-          Tengo un sentido del humor exquisito.

-          Soy un gran y experto conductor.

-          Soy un gran oyente, me encanta escuchar.

De las tres la más falsa y extendida, y la que más nos incumbe en este trabajo, es la tercera ¿somos buenos escuchando? Poquísima gente lo es.

Existen infinidad de estudios que afirman que el ser humano promedio oye la mitad de lo que se dice, escucha la mitad de lo que oye, comprende la mitad de lo que ha escuchado, de lo cual cree solo la mitad, y de esa mitad apenas recuerda otra mitad de ello. En un curso táctico típico de 8 horas, del tipo práctico,  y con alumnos promedio tenemos la siguiente ecuación resultante.

-          De las 8 hoyas de curso habrá la mitad de charla, 4 horas.

-          De las cuales oirán la mitad, 2 horas.

-          Pero escucharán solo una hora.

-          Comprenderán tan solo 30 minutos de esa hora.

-          Creerán simplemente 15 minutos.

-          Y finalmente recordarán… 8 minutos de toda la jornada.

¿Realmente sabemos escuchar? Juzguen ustedes.

Y ahora la pregunta del millón, un instructor normalmente dedica más tiempo a hablar que a escuchar en una clase típica, 8 horas, por lo que su cómputo final de tiempo será infinitamente más reducido, aun así ¿sabe escuchar cuando le toca hacerlo? “Oídos sordos” son un síntoma claro de una “mente cerrada”, y… ¿cómo debe ser la mente de un buen instructor?

Un instructor que sabe escuchar transmite confianza, sabe interpretar lo que buscan, necesitan e inquieta a sus alumnos, no vende un producto artificioso, mecánico y clasificado, si no que, como buen artesano, ofrece una obra de arte adaptada a cada uno de sus alumnos. ¿Conocen muchos así? Enhorabuena por ello.

Sembrar para cosechar.

El éxito en la vida puede ser mucho más que acumular ceros en una cuenta corriente, para muchos puede ser tan simple como saber su propósito en la vida, crecer hasta alcanzar el máximo potencial posible y sembrar semillas que beneficien a otros….aunque quizás “simple” no es la palabra adecuada.

Un instructor debe explotar y potenciar sus dones ya que ese es el propósito que cumple una persona en la vida, ni más ni menos. De nada vale desperdiciar la vida haciendo alarde de cualidades y capacidades que no se poseen, dejando de lado las que si se poseen porque no son tan “cool” ni de moda. Por desgracia es un mal que está muy… muy extendido.

La capacidad de enseñar determina el nivel de eficacia de un instructor. ¿Cuántos alumnos han superado a ese instructor? ¿Cuántos están recorriendo “Caminos” nuevos gracias a él? Si son muchos es perfecto, sin son varios también es bueno, pero si ninguno parece poder superar o seguir otras rutas da que pensar… ¿no creen?

Los mejores instructores desean sacar y ampliar los dones y capacidades de los demás, llevarlos a crecer y mejorar; los mediocres, en cambio, tratan de imponer los mismos límites que se han impuesto a sí mismos. Un buen instructor se alegra de los alumnos que logran subir más allá de donde el alcanzó a llegar, lo considera un triunfo personal, un éxito en su vida. Es sencillo, se enseña para mejorar a los alumnos, y si estos avanzan más lejos que uno mismo es que la enseñanza es correcta y positiva… ¿existe mayor éxito como instructor?

Un mal instructor es un segador que corta la mies de sus alumnos antes de que esta madure y fructifique, para no verse superado obviamente. Uno bueno siembra y riega hasta que está madura y esparce sus semillas en su entorno. ¿Cuántos segadores conocen? ¿Y sembradores?

Para saber cómo es un instructor miren a sus alumnos.

Enseñar a individuos.

Es muy rara hoy en día la enseñanza individual al estilo de los antiguos maestros marciales, o de los caballeros Jedi en la Guerra de las Galaxias. Hoy día se organizan en clases y cursos de grupos más o menos grandes, más o menos homogéneos y más o menos interesados. Se suele aplicar la consigna de que el instructor debe alcanzar una media general, nada de realizar la enseñanza adaptándola individuo a individuo, eso es “perder el tiempo”. Si apoyamos a los más hábiles frustramos a los menos, algo políticamente incorrecto hoy en día ¿verdad?

Usando el ejemplo de varios autores, esto se resume en algo tan sencillo como enviar patos a una escuela de águilas, todos saldrán frustrados, los patos, las águilas, los instructores. Los patos no alcanzarán los rendimientos de las águilas y se frustrarán, sin contar que quizás no deseen ser águilas, que se sientan bien como patos. Los águilas se frustrarán  al no poder trabajar al máximo de sus capacidades si no con las de los patos con los que comparte clase y la “media académica” final.

Y como instructor ¿cómo se sentirá? Si es parte del sistema le dará igual, solo debe cumplir con la media exigida cobrar y punto. Ud. ya ha cumplido. Si es bueno no estará de acuerdo y buscará formas de subir la media de los patos sin que dejen de serlo, y que las águilas puedan subir también al límite de sus capacidades. Ambos, patos y águilas, se beneficiarán de ello, y entre ellos, ampliando y mejorando sus capacidades al máximo sin frustrarse.

Lo curioso es que incluso la “media general”, tan importante en muchas academias, también resulta más alta y mejorada. Curioso…. Sin duda curioso.

Lo maravilloso de cometer errores.

¿Cómo? ¿Errores? Entonces no es instructor…. Eso dirán muchos. ¿Es correcto ese pensamiento? ¿Me puede decir alguien como se puede aprender realmente sin equivocarse?

Todo aprendizaje implica error, simplemente porque hacemos algo nuevo y diferente, así se aprende, con lo que no sabemos, con lo que no dominamos. Ejecutar algo sin errores involucra que ya sabemos, y por tanto no es aprender, es entrenar y mantener habilidades que ya poseemos. Eso no es aprender.

Un instructor que jamás comete errores implica que, o bien es un mentiroso ocultado sus fallos, o simplemente no se sale de lo que ya sabe y domina, se mantiene en su zona de confort. “Soy muy bueno en esto, para que cambiar, para que arriesgarme a quedar mal frente a mis alumnos”. Lo malo de todo esto es simple, estancarse implica retroceder, cerrar las miras, no querer ver más allá de lo que “sabemos” que podemos hacer bien, implica no crecer ni mejorar.

Busquen instructores que cometan errores, que aprendan de ellos y que sepan transmitirles esos errores a Uds., para intentar que no los cometan o que comprendan en su caso en que erraron y como pueden sacar sus propias lecciones.

Errar humano es, dice la traducción del aforismo latino, y es una gran verdad, como lo es que de los errores se aprende… ¿o no lo creen Uds. así?

Nunca se deja de aprender.

Para crecer hay que tener intención, y para ser un buen instructor es fundamental ser un buen alumno o aprendiz, simple y llanamente. Para enseñar primero hay que aprender, para seguir enseñando hay que seguir aprendiendo, y eso es únicamente posible si se invierte en uno mismo y buscamos salir del trono de instructor, maestro, sensei, e invertimos en nosotros dejando el gorro del ego debajo de ese trono para volver a ser alumno y cometer errores.

“A veces maestro, siempre alumno” ¿les suena de algo? Si un instructor no crece sus alumnos tampoco podrán hacerlo mientras dependan de él.

Por otro lado cada persona con las que interactuamos, otros instructores, alumnos, individuos de nuestro entorno, tienen el potencial de enseñar algo. Un buen instructor saca más de cada uno de sus alumnos de lo que generalmente se cree.

En el funeral de Abraham Lincoln, Phillips Brooks dijo: “Es triste el día en el que el hombre llega a sentirse absolutamente satisfecho con la vida que está viviendo, los pensamientos que está pensando y las obras que está ejecutando; cuando en las puertas de su alma cesa el constante tocar del deseo de hacer algo mayor, lo cual él busca y sabe que está destinado a hacer.”

Estar y mantenerse por deseo propio en la zona de inercia, confort o comodidad es malo para cualquier persona, pero en un instructor puede ser aun peor. La mayoría prefiere lidiar con viejos problemas a enfrentarse soluciones nuevas. Para aprender hay que salir de la zona de confort y estancamiento, ya lo vimos antes. Hay que buscar personas que son mejores que nosotros en algún campo, eso nos hará crecer y mejorar, sin duda no es algo cómodo por más beneficioso que sea.

El ego en su lugar.

Suelo ir a cursos impartidos por instructores del lado este del océano Atlántico, donde resido ahora, y a algunos de estos viejos conocidos les costaba verme en el lado de los alumnos, cuando en realidad es donde más me gusta estar. No me malinterpreten, adoro comunicar y transmitir, enseñar, pero lo que realmente me hace feliz es aprender cosas nuevas, soy adicto a ello, lo reconozco, ya sea con lecturas como en cualquier otro formato.

Solían tratarme con cierta deferencia profesional que muchas veces afectaba a lo que realmente podía haber aprendido. Con el tiempo acabamos llegando al compromiso de que si ellos no me trataban con deferencia y si con mayor nivel de exigencia, por mi parte les devolvería el favor tratándolos de la misma forma cuando me tocara ponerme la capa de instructor. Y funciona, reconozco que a veces me siento avergonzado al no ser capaz de ejecutar algunos de los ejercicios con una perfección acorde con mi supuesta reputación. Pero al final mi ego recibe su premio cuando logro hacerlo mejor superando mi vergüenza y mis limitaciones.

Por desgracia a estas alturas de mi vida profesional se me presupone una serie de capacidades que realmente están muy por encima de la realidad, cosa que muchos amigos y compañeros no quieren reconocer, por más que se lo demuestro día a día. En fin… lo lamento.

Otras veces me he encontrado con muchos de esos mismos, y otros, compañeros instructores que me contactan para dar cursos específicos, lo cual es un buen punto a su favor, llamar a otro para que imparta lo que uno mismo hace entre los suyos habla bien de su ego personal y profesional. Muchos me dicen que será un alumno más, lo cual me hace comprender lo que pasa por sus mentes cuando soy yo el que pretende lo mismo en sus clases, no es fácil tener gente con grandes conocimientos enfrente, por más amigos que sean.

Pero también hay algunos que dicen cosas como que serán mi ayudante o instructor adjunto, “ya sabe Cecilio, me conocen y debo mantener mi imagen”. Si, ya se, lo sé bien, muy bien en realidad, el ego nos afecta a todos en un momento u otro de nuestra vida profesional o personal, yo mismo no puedo negarlo.

El ego es un simple gorro que podemos ponernos o quitarnos si tenemos la voluntad para ello, y para aprender lo mejor es dejarlo en el altillo del armario, bien lejos de nosotros. Solo así aprenderemos de verdad. Pero claro, para ello debemos estar dispuestos a sufrir hematomas en nuestro ego… no todos están dispuestos a ello, y menos frente a otros

Ejercicio personal y privado.

Como ya es habitual últimamente les propondré un par de ejercicios sencillos. Eso sí, esta vez les sugiero que lo hagan solo para Uds. No compartan con nadie sus conclusiones, no queremos molestar ni afectar egos ajenos, tan solo sacar conclusiones personales para dirigir sus futuros avances. También será útil para los que son o pretender ser instructores, que descubrirán que factores quieren copiar y cuales obviar en su forma de enseñar y guiar a otros.

El primero es el que ya les comenté al principio del texto, respondan la preguntas que les propuse con cada uno de esos instructores que son su referencia profesional, e incluso háganlo con Uds. mismos.

-        ¿En qué campo tiene experiencia el autor?

-        ¿En qué contexto aplica estas técnicas?

-        ¿Existe un interés comercial y/o personal implícito?

-        ¿Son extrapolables sus experiencias a mi parcela de trabajo o a otros ámbitos?

-        ¿Legal, moral y éticamente es aplicable en mi entorno u otros?

El segundo ejercicio exige un poco más de atención. Usen los comentarios y preguntas que he ido planteando, a lo largo del texto, aplicándolos a esos mismos instructores de referencia y/o a Uds. mismos.

Cuidado con los egos.

Mis disculpas.

Cuando comencé el presente trabajo, si han conseguido terminar de leerlo pese a mi prosa,  tan solo pretendía crear una simple reseña de lo que considero que debemos observar en ese instructor al que entregamos nuestra confianza para que nos enseñe procedimientos y técnicas con la que salvar vidas. Y parece ser que se me fue la mano.


 
Un viejo y gran amigo me definió como filósofo táctico, desde luego parece ser que la edad le está dando la razón, me hago viejo y pesado en mi prosa y textos. Lo lamento, al final no sé realmente lo que he creado, una guía, una queja, un panegírico, no se… lo mismo es tan solo un simple aireador de ego… el mío…. O un pobre  chucho con ínfulas de lobo aullando a la Luna.

Disculpen.

Cuídense y cuiden de los suyos.
"Ve a decirles a los espartanos,
extranjero que pasas por aqui,
que, obedientes a sus leyes,
aqui yacemos."
                                   Simonides.

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