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Cecilio Andrade

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¿Psicología Táctica? o ¿Preparación Mental?
« on: May 11, 2017, 09:31:05 AM »
¿Psicología Táctica? o ¿Preparación Mental?

Por Cecilio Andrade.


“En el arte individual de la guerra, también sucede que un adversario pierda el ritmo en el combate y empiece a derrumbarse. Si no aprovecha esta oportunidad, el adversario se recobrará y empezará a presentarte dificultades. Es esencial seguir con atención cualquier pérdida de posición por parte de tu contrincante, para impedirle que se recupere.” Así de claro y contundente lo plasmó Miyamoto Musashi con sus letras y acciones a lo largo de su vida. Una máxima guerrera lo resume aun más, “haz trampa siempre, vence siempre”. Por trampa debemos entender emplear todo lo que nos permita vencer y regresar con los nuestros. Un enfrentamiento, un combate en el mundo real no admite segundos puestos, vences y sobrevives, pierdes y eres muerto, en el peor de los casos alguien de los tuyos, o uno de esos ciudadanos que hemos jurado proteger, lo hace. Recuerdo en este momento a un antihéroe, del mundillo del espectáculo del wrestling, en el particular Menphis de los años 50, imaginen el entorno, llamado Monroe “Sputnik” Merrick Elvis. Pues bien, dicho personaje fué infinitamente más directo al refinar ese concepto, aunque no tengo muy claro si lo por él descrito es aplicable en la políticamente correcta sociedad actual, ”Vence si puedes, pierde si debes, siempre haz trampas y si te derrotan, márchate después de aniquilarlo todo”. Ahí les dejo sus palabras, Uds verán como aplicarlas, si son aplicables obviamente.



Mejor regresaré a un entorno menos escatológico, más acto para las mentes bienpensantes y amables del mundo actual, dominado por el amor y la comprensión, de besos con lengua y abrazos entre AK rosas de Hello Kitty. Vamos, que hablo del maravilloso mundo de yuppie que nos toca vivir. ¿Cómo? ¿Qué no? ¿No es de yuppie? Vaya, inocente de mi.
Según Sir Winston Churchill "Cuanto más atrás puedas mirar, más adelante verás." La Historia, con mayúscula, nos enseña siempre. El bíblico Eclesiastés lo expresó en su apartado 1:9, “Lo que fue, eso será, y lo que se hizo, eso se hará; no hay nada nuevo bajo el sol.” Ya ven, palabras divinas para indicar cosas cotidianas, quien lo diría, ¿verdad? Pero, ¿las sabemos aplicar? ¿Sabemos aprender? Según Claude Bernard “Lo que creemos que ya sabemos es a menudo lo que previene que aprendamos.” Si a ello añadimos que “Los que no pueden cambiar sus mentes no pueden cambiar nada”, ya detectamos lo que falla en el mundo. ¿A que sí? Por cierto la última cita es de George Bernard Shaw.
Vivimos en un mundo de miedos, y no hablo de terrorismo, de ataques amok, de guerras, de pagar impuestos, de ser atropellado, de ir a cenar con los suegros, no, no me refiero a nada de eso. Me refiero al miedo de perder la imagen, de no dar la pauta que la sociedad nos exige, no lograr alcanzar esas metas que nos han impuesto otros. Ese es el mundo de miedos del que hablo, de los miedos defininidos con las apariencias y el ego. Ralph Waldo Emerson creyó que “El conocimiento es un antídoto para el miedo”, y añadió “El que no está conquistando todos los días algún miedo no ha aprendido el secreto de la vida.” Si tenía, y tiene, razón, prefiero dejarselo a Uds, a su propio criterio personal.
Karl Ludwig Börne sugirió que “Deshacernos de un engaño nos hace más sabios que aferrarnos a una verdad”, algo que siempre he creido correcto. Bueno, siempre siempre no, digamos más bien que es así desde aquel momento en el que la vida real me supo poner en el lugar adecuado, para que acabar reventándome el hocico contra el siguiente muro, virtual o físico, que mi ego creyó necesario atravesar con la cabeza por delante. Que les voy a contar, ya saben, cosas de esas del tipo “no hay coj…, perdón, gónadas.” Que mal hablado me estoy volviendo con la edad, copón.
En fin, “Cuanto más vivo, más aprendo. Cuanto más aprendo, más me doy cuenta de lo poco que sé.” Lo que gustan las bandas sonoras compuestas por este hombre. ¿Quién? Disculpen, me refiero a Michel Legrand


La importancia de la preparación mental en el profesional armado.
 A un agente del orden público, un integrante de una unidad especial, un soldado en misión de pacificación o de combate, o para un negociador intentando salvar todas las vidas posibles, es sumamente importante tener en cuenta esta particular rama del saber humano. La Psicología, ciencia del alma, de la vida o de la conducta, se encuentra siempre en la encrucijada de dos conocimientos divergentes: filosofía y ciencia. Se trata de una bifurcación no resuelta hoy en día.
Hablando del uso de armas de forma ética y legal, que alguien se atreva a afirmar que con tal o tales tácticas, técnicas, o formas de actuación se consigue triunfar siempre y en toda ocasión, es no solamente una afirmación más que dudosa, si no que además raya la inconsciencia. Y en el caso de un instructor podría considerarse casi delictivo. O sin casi.
Unas acciones son mejores que otras, es óbvio, algunas son claramente erróneas, muchas funcionan en según que casos, etc. Las únicas reglas invariables y firmes son, primero adaptabilidad, y segundo el uso del menos común de los sentidos, seguro ya saben a cual me refiero, al sentido común.
Al ser este tipo de operaciones tan variables, rápidas, fluidas y sorpresivas, es imposible marcar unas reglas inmutables. Lo que ahora funciona, un metro más allá puede ser mortal. La dispersión que se produce en este entorno es enorme en el ámbito táctico, no métrico. Lo que el jefe de equipo observa a un lado del pasillo, no es lo mismo que observa el hombre que se encuentra situado 50 cm. por delante.



La suerte no existe
Debemos aprender a confiar en las decisiones y actuaciones de nuestros hombres y/o compañeros, sean correctas o no, debemos adaptar nuestras acciones a las del equipo. Cualquier otra actitud solitaria, de Rambo o de divino, llevará el sello del fracaso de la misión. Cualquier reproche o corrección serán dejadas para después de la operación.
Es necesario instruir, e instruirnos, para ser flexibles y adaptables. Viejas expresiones del tipo “siempre lo hemos hecho así”, “así se lo he visto hacer a tal unidad”, “tú no pienses, ya lo hacen por ti”, en este entorno resultan mortales, individual y en equipo, por definición.
El operador debe tomar decisiones, correctas o no, sin dudar, ya que lo único realmente incorrecto en este tipo de acciones es la duda. Si dudamos estamos muertos, con nosotros nuestro compañero que queda sin apoyo, y por extensión nuestro equipo que quedará incompleto, operativamente hablando, y por supuesto los ciudadanos a los hemos jurado proteger.
Nos instruiremos para a tomar esas decisiones sin dudar, y adaptar cualquier orden táctico según las circunstancias y situación puntual, permitiendo ser todo lo flexible y adaptable que se requiere en este tipo acciones.
En resumen, localizaremos y estudiaremos todas las variables posibles de cada una de las posibles situaciones que nos podamos encontrar. Solo así podremos tomar las decisiones, y actuar, de una forma segura para uno mismo y por extensión para el equipo y el ciudadano.
Recordando que la suerte en este trabajo no existe, debemos crear un clima de perfeccionamiento continuo. La perfección que nace de un entrenamiento realista, continuado y profesional, tratando por todos los medios de orientar esa formación, adistramiento e instrucción en una sola dirección.
Entrena como trabajas,
trabaja como entrenas.


Con esta idea en mente, y en el día a día, jamás se cometen errores, ya que solo sabremos hacerlo de una forma… la correcta. La que se genera de una manera instintiva, natural e inmediata, sin pensar en lo que debería o no debería hacer.

La forma correcta.
Pero cuidado, todo lo anterior no debe ser una excusa más para otro ultraconservadurismo e inmovilismo, debemos estar siempre abiertos a mejorar y a modificar cualquier aspecto de nuestro trabajo, si el cambio, previo estudio detallado y exhaustivo, significa mejorar nuestro rendimiento y seguridad.

“La Estrella de la Supervivencia”
Hay otra cuestión importante con la que estamos obligados a trabajar, y por lo tanto considerar en nuestros entrenamientos, el grado de alerta.
Existe una máxima samurai que concreta perfectamente el grado de alerta al que un operador armado ha de someterse siempre, “el samurai desde que sale por la puerta de su casa, hasta que regresa a ella, actúa como si estuviera a la vista de algún enemigo”. No se trata de fomentar la paranoia, sana o insana, desde estas líneas, pero… ¿saben que? los paranoicos también tienen enemigos.
De una forma un poco más mundana, cualquier agente reconoce que el peligro está continuamente ahí. Sin duda debemos reconocer que es imposible trabajar de forma continuada con un grado elevado de alerta, nos agota y hace perder la concentración, por lo que consecuentemente se degrada el nivel de alerta que buscamos mantener. Es por ello que es necesario trabajar en un nivel moderado y controlado, siempre con la predisposición para elevarlo.
En referencia a cualquier acción armada, surge siempre una pregunta: ¿Qué factores son los que intervienen en la supervivencia de un operador en una situación de alto riesgo?
Realmente es la interrrelación de cinco factores primordiales, resumidos gráficamente por el marshal de los Estados Unidos Rudolf Friederich, en lo que él denomina “La Estrella de la Supervivencia”.



Podemos ver en la misma, los cinco puntos sobre los que ya logramos comenzar a trabajar y a pensar, y que convertirán una situación de alto riesgo en otra favorable a nuestra supervivencia. Por cierto, estos mismos cinco puntos son perfectamente aplicables para un ciudadano ante una agresión callejera, un policía de barrio, un patrullero en misión de paz o una unidad de asalto especial.
-       Táctica.
-       Preparación física.
-       Equipo.
-       Conocimientos técnicos.
-       Preparación mental

Sin olvidar eso imponderable que se llama  azar.
Pero entremos en un poco más de detalle en el tema:

Tácticas
La primera variable a tener en cuenta es la del concepto táctico correcto. Tácticas adaptadas a los entornos probables de actuación, a los adversarios, al equipo con el que contamos, a los compañeros, etc. Pero que se resumen en dos palabras concretas, a saber, adaptación y naturalidad.
La mejor táctica del mundo fracasará si fracasamos en el intento de adaptarla al entorno en el que nos encontremos.
E igualmente, si somos incapaces de actuar correctamente de forma natural y espontánea.
En el momento que debemos pensar y estudiar cada movimiento, nuestra mente no estará enfocada en la localización de los posibles adversarios, con lo cual reaccionará tarde ante cualquier situación que se nos presente.
Pero antes de continuar, veamos un apunte de historia y de psicología, que con toda seguridad ya conocen de tan repetido.

Principio O.O.D.A. del coronel John Boyd.
Un veterano piloto de combate, en la ya lejana Guerra de Corea, el coronel John Boyd, se encontró con la amarga constatación de que sus hombres eran abatidos por los pilotos norcoreanos con mucha más frecuencia de lo deseable.
Preguntándose el por qué de este problema y sobre la forma de evitarlo, llevó a cabo un profundo y extenso trabajo encaminado a reducir los índices de derribos. Buscando el cómo de las reacciones de sus pilotos en el combate aéreo, realizó un profundo y exhaustivo estudio de los tiempos de reacción del ser humano. Este estudio es válido y aplicable para cualquier faceta de la vida de todo ser humano, no solo para un TopGun a los mandos de un F14 TomCat.
Todo el enorme estudio llevado a cabo por el coronel Boyd puede resumirse en un acrónimo. O.O.D.A., o lo que es lo mismo:
-       Observar.
-       Orientar.
-       Decidir.
-       Actuar.

Tanto si vamos a cocinar, dar una vuelta en bicicleta, pilotar un Lamborghini Huracan o el ya citado F14, reaccionar contra un agresor que descubre su arma, o incluso planear y/o actuar en un asalto, pasamos por estos cuatro pasos previos sin excepción.



Veamos un ejemplo muy cotidiano para explicarlo.
Como conductores a menudo nos hemos cruzado con otros conductores no tan responsables como presumimos serlo nosotros. Uno de estos individuos puede surgir de una calle adyacente a nuestra dirección de marcha sin detenerse, ni tan siquiera mirar.
En tal caso, circulando tranquilamente, primero observamos un vehículo que se incorpora a nuestro carril de forma intempestiva y peligrosa. Nuestra mente interpreta de inmediato la imagen que los ojos le envían, se orienta. Entonces, en base a esa información toma una decisión, y por último nuestro cuerpo reacciona y actúa, frenando y/o desviando el vehículo que conducimos.
Estos son los mismos pasos que seguiríamos ante una agresión armada.
Observamos al agresor, nuestra mente se orienta definiéndolo como un riesgo, decide actuar empleando el arma que portamos, tras lo cual nuestro cuerpo actúa moviéndose y dirigiendo nuestra respuesta.
Los tiempos de reacción suelen considerarse de forma general en torno a 0.25 segundos para cada paso, dando un tiempo total de un segundo.
Este lapso cronológico puede aumentar o disminuir según múltiples factores: salud, cansancio, sueño, nivel de entrenamiento, preparación mental, capacidades físicas, nivel de riesgo preasumido, nivel de autoconfianza, etc.
Evidentemente cuanto mejor nos encontremos físicamente, cuanto mayor nivel técnico, de concienciación y confianza en uno mismo poseamos, menor será el tiempo de reacción. Todo ello junto con el que quizá sea el punto clave que marca la diferencia a saber, hablo de las experiencias previas.

Experiencias previas
A muchos les asombrará que el operador mejor entrenado y más preparado del mundo se puede quedar paralizado la primera vez que alguien le apunta con un arma. O cuando escucha por primera vez disparos dirigidos contra su persona. La experiencia es un grado solemos escuchar muy a menudo, sin darle mayor importancia a dicho comentario, pero realmente es cierto.
Sin experiencias previas nuestro cerebro tarda en reaccionar, alargando los tiempos de observación, orientación, decisión y actuación. De ahí la enorme importancia que posee un entrenamiento lo más realista posible, sin llevar a extremos suicidas por supuesto.
Aún así, recordando un viejo axioma bélico, ningún entrenamiento, por más perfecto y realista que sea, reemplazará a la experiencia de defender la propia vida o la de terceros.
Respecto a los otros cuatro puntos de la estrella, éstos no requieren explicaciones tan lasgas.

Preparación física
Una forma física aceptable, sin necesidad de ser atletas olímpicos, permitirá reaccionar con mayor prontitud, tener mejores reflejos en argot común, así como mantener el nivel de estrés de una forma controlable para nuestro organismo y mente.

Equipo acorde y adaptado
Si el equipo no es cómodo en su porte, es excesivamente pesado, nos falta algo importante, no es práctico, impide un rápido uso del mismo y, sobre todo, si lo sabemos, todo ello frenará la efectividad de nuestras actuaciones.

Conocimientos técnicos
Así mismo, desconocer el arma, ser incompetentes en su empleo, manejo y capacidades, generará que nuestra eficacia se vea muy mermada o sea prácticamente nula, aunque todos los otros puntos estén perfecta, y teóricamente, cubiertos.
Todas nuestras habilidades deben ir en consonancia con las tácticas a emplear, ya sea en una acción de autodefensa como en un asalto de alto riesgo.

Preparación mental
Por último, nuestra mejor y más eficaz arma, es la mente. Como ya quedó escrito, si ésta, se encuentra total y completamente concienciada de su correcta capacidad o nivel de respuesta, de su perfecto entrenamiento y sobre todo de su capacidad para sobrevivir a toda costa, entonces tenemos realmente un 80 por cien de posibilidades de salir airosos de cualquier situación imaginable.



Somos tan fuertes y eficaces como nuestra mente crea serlo. Pero, eso sí, siempre y cuando el trabajo de educación de esa mente haya sido realista y consecuente, sin falsos objetivos ni autoengaños. Nuestro principal enemigo podemos serlo nosotros mismos, principalmente a través del estrés, pero este es un tema que exigiría un trabajo mucho más extenso. Resumiendo, la concatenación de los cinco puntos citados, forma un bloque único, en el que si uno solo de ellos falla el conjunto se resiente.
Conseguir que esa estrella forme un todo con nuestro trabajo diario, único, coherente, realista, en continua evolución y adaptación, capaz, etc, es algo no solo difícil, si no muchas veces imposible. El ambiente laboral, social y político, por un lado, junto con los problemas personales del día a día de todos, pueden mermar capacidades hasta el punto de incapacitarnos para generar una respuesta adecuada a una situación de alto riesgo.
Es por ello que quizás necesitemos intentar ser más exigentes con nosotros mismos, como operadores, para regresar a casa cada día y abrazar a nuestros seres queridos, sin dejar, a la vez, de realizar el trabajo que se nos ha encomendado de forma segura y eficaz.
Nuestra mente será siempre nuestra mejor aliada, o nuestra peor enemiga. De nosotros depende.

Psicofisiología de un disparo.
Este apartado estará dedicado a revisar como influyen las respuestas psicofisiológicas del organismo en realización a un disparo. Veremos como repercuten en nuestros disparos factores como la tasa cardíaca, la respiración y en general el nivel de activación fisiológica. También propondremos algunas técnicas y ejercicios que nos ayudarán a controlar en la medida de lo posible estas variables, todo ello orientado a optimizar nuestros resultados como tiradores.
Pero no podemos abordar el aprendizaje de estas técnicas sin tener unos conocimientos mínimos sobre la forma en la que interactúan las variables implicadas, por ello realizaremos una primera aproximación a su estudio desde  la premisa de que cualquier conducta, por simple o compleja que sea, es la resultante de un triple sistema de respuestas a tres niveles: cognitivo, fisiológico y motor.
-       El nivel de respuesta cognitivo hace referencia a los pensamientos, ideas, sentimientos, reflexiones, etc. que experimentamos durante la realización de la conducta.
-       El nivel de respuesta fisiológico hace referencia a las respuestas que se producen en nuestro organismo al nivel de los sistemas nervioso autónomo, circulatorio, linfático, excretor, respiratorio, etc. durante la realización de la conducta.
-       Por último el nivel de respuesta motor se refiere a los movimientos, contracciones, desplazamientos que se producen en nuestro sistema muscular y esquelético durante la realización de la conducta.
El conjunto resultante de la combinación de este triple sistema de respuestas es lo que constituye nuestra conducta como un todo. Si bien para su descripción la división entre un sistema u otro está bien definida, en realidad su interdependencia es muy alta de forma que no se puede considerar nunca la actuación de uno de los niveles separadamente de los demás. Precisamente esta íntima interdependencia de los tres niveles de respuesta es lo que nos va a permitir influir sobre uno de ellos por medio de la actuación sobre otro distinto.
Ante una situación sobre la que percibimos en el ámbito cognitivo que nuestro nivel de control es bajo, por ejemplo algo tan normal un examen oral sobre una materia que no dominamos, fácilmente generaremos pensamientos negativos asociados al probable fracaso, esto repercutirá sobre nuestro estado emocional produciendo reacciones fisiológicas como elevación de la tasa cardiaca, sudación, sequedad de boca, tensión muscular, etc., asociadas con la sensación de ansiedad, que a su vez producirá conductas motoras conducentes a reducir los niveles de tensión, por ejemplo frotarse las manos.
Para combatir ese estado de tensión, podemos intentar equilibrar el sistema bien mediante estrategias cognitivas, pensamientos positivos: “el examen será fácil”, “el nivel no es muy alto”, “voy a tener suerte”, “estoy tranquilo”; o mediante la relajación del sistema motor, músculos esqueléticos. Un procedimiento u otro reducirá los niveles de activación fisiológica al reducir las emociones y las sensaciones ligadas a la ansiedad, lo que a su vez, al restablecerse los niveles fisiológicos alterados producirá sensaciones de reposo que se traducirán en menor tensión del sistema motor y disminución de los pensamientos negativos, en un circuito controlado.
Otro procedimiento seria actuar directamente a nivel del sistema fisiológico mediante la ingestión de alguna substancia tranquilizante, ansiolítico. Por este procedimiento experimentaríamos una sensación de calma a nivel fisiológico y motor que se traduciría a nivel cognitivo por el estado emocional de calma.
Este circuito es una simplificación. En realidad existen muchas más variables que intervienen en cada uno de los niveles, pero cuya descripción escaparía a los propósitos de este texto. Lo importante es recordar que nuestros pensamientos, nuestras emociones y nuestro organismo se influyen recíprocamente en un ciclo continuo de interacción.

Nivel de activación.
Cualquier acción de combate pueden generar altos niveles de ansiedad y de angustia que, a su vez, pueden afectar a los procesos fisiológicos y cognitivos, de forma tan drástica que la ejecución se deteriore, incluso hasta niveles incapacitantes.

Cualquiera de nosotros, a lo largo de nuestra vida, probablemente hemos experimentado una subida del ritmo cardíaco, boca seca, sensación de “malestar en el estómago”, temblor muscular o incapacidad para fijar con claridad los pensamientos. En estas condiciones quizá nos hemos planteado que “estábamos demasiado tensos” y que por eso no podíamos pensar con claridad. Por otra parte quizá en otras ocasiones nos hallamos encontrado tan abatidos que apenas nos apetecía hacer nada.



Todo esto nos lleva a plantearnos la existencia de un nivel de activación por debajo del cual “nos faltan fuerzas” y otro que, una vez rebasado, hace que “no demos pié con bola”. Para explicar estos fenómenos hemos de recurrir a la utilización del concepto de nivel de activación o, en términos psicológicos, arousal.
El arousal debe entenderse como una propiedad energizante del Sistema Nervioso Central, e.a. SNC, responsable del aprovechamiento de los recursos del cuerpo ante las diversas actividades que desarrolla.
El estado de arousal de un individuo puede percibirse como una variación a lo largo de un continuo que iría desde el coma profundo en uno de los extremos hasta el mayor grado de excitación en el otro, por ejemplo durante un ataque de pánico.
Para facilitar la comprensión del concepto imaginemos el motor de un vehículo. El motor puede estar más o menos acelerado. La aceleración de un motor puede medirse en revoluciones por minuto. Pues bien, la intensidad del funcionamiento del “motor humano” se evalúa mediante el nivel de arousal que una persona presenta en un momento determinado. Del mismo modo que el motor de un vehículo sufre o se calienta cuando se le exige un trabajo por encima o por debajo de las revoluciones adecuadas, la intensidad ideal del arousal humano debería ser acorde con las demandas requeridas por la tarea.
El arousal se refiere tanto al nivel de actividad de los distintos sistemas fisiológicos como al nivel de actividad cerebral, que regula la utilización de los recursos energéticos del organismo. Cuando los niveles de arousal suben bruscamente o llegan a grados de activación muy elevados se disparan diferentes sistemas de alerta que indican al SNC que de alguna manera se está “forzando la máquina”, reacción de alarma, Síndrome General de Adaptación, del mismo modo que el indicador rojo del cuentarrevoluciones de nuestro vehículo nos hace ver que el motor está “pasado de vueltas” cuando se sobrepasa un determinado valor de aceleración. Si mantenemos el nivel de activación, igual que si mantenemos la aceleración del motor, a pesar de las señales de alarma, el sistema seguirá funcionando durante un tiempo que dependerá de nuestra capacidad de resistencia. Posteriormente, cuando las reservas energéticas comiencen a agotarse, el sistema volverá a lanzar señales de aviso sobre la posibilidad de un colapso, Reacción de Estrés, añadiendo además intentos de detener su funcionamiento, calambres musculares, vómitos, mareo, etc. Si persistimos en el sobreesfuerzo el sistema se detendrá provocando el colapso.
El siguiente esquema intenta representar los diferentes estados de arousal de un organismo visualizándolo como si se tratara del cuentarrevoluciones de un vehículo.
 


Relación entre el nivel de Arousal y la ejecución.
Cada tipo de actividad requiere un determinado nivel de activación. Del mismo modo que, continuando con el símil del vehículo, las revoluciones del motor deben ser acordes con la velocidad y las características del terreno, no se requiere el mismo nivel de activación para la realización de una tarea de precisión que para afrontar un asalto de boxeo. Por otra parte, cada persona tiene un nivel propio de rendimiento óptimo para cada tarea.
No obstante existen estudios que avalan la hipótesis de que la relación entre el nivel de arousal y el rendimiento en la ejecución sigue una función en forma de “U” invertida, como se muestra en la figura.
 


Esta hipótesis predice que a medida que el nivel de arousal aumenta de somnolencia a alerta, hay un progresivo incremento en la eficiencia de la ejecución. Sin embargo, una vez que el arousal continúa su incremento más allá de la alerta, hasta un estado de alta excitación, se produce un descenso progresivo en el rendimiento. Por tanto esta hipótesis sugiere que las conductas se realizarán con la máxima eficiencia en un estado óptimo de arousal. Lo cual nos lleva a intentar determinar cuál es nuestro nivel óptimo para realizar el disparo y poner en marcha las estrategias disponibles para llegar a ese nivel de arousal.
Por otra parte existe un fenómeno que quiero reseñar ya que incide directamente sobre la ejecución, y relaciona el nivel de activación con el nivel de aprendizaje o destreza alcanzado en la ejecución de una tarea. Esté fenómeno viene descrito por la Teoría del Impulso, que de una forma muy resumida viene a decir:
-       En el repertorio de conductas de una persona existen respuestas para una misma tarea que difieren entre sí en el grado de dominancia, es decir, unas respuestas estarán más dispuestas a producirse que otras. Por ejemplo, un soldado que esté siendo instruido como tirador de arma larga, aunque tenga experiencia con armas de caza, tiro al plato, etc., tendrá que aprender nuevas posiciones, nuevas formas de encarar su arma, nuevas formas de ejercer presión sobre el disparador, etc. diferentes a las que ya tenía asimiladas en su experiencia previa. Al principio del adiestramiento las viejas respuestas competirán con las nuevas que está aprendiendo y deberá hacer un mayor esfuerzo de atención para sustituirlas, ya que la “fuerza del hábito” de las viejas respuestas es mayor que la de las nuevas que aún no están consolidadas.

Pues bien, lo que la Teoría del Impulso expresa es que la Ejecución (E) es una función multiplicativa de la fuerza del Hábito (H) y del Impulso (I), entendiendo por impulso el nivel de activación o arousal:

E = H x I

De esta manera, lo que la teoría predice, es que si se eleva el nivel de arousal las respuestas con mayor “fuerza de hábito” se presentaran con mayor probabilidad, ya que se verán más afectadas por el efecto multiplicativo del arousal.
Luego siguiendo el ejemplo de nuestro policía, soldado, protector, etc.,  sí se enfrenta a una situación de disparo con un nivel de activación por encima del nivel óptimo, lo más probable es que encare su arma y dispare “como toda la vida lo ha hecho”, en lugar de poner en práctica las técnicas que le pretendemos enseñar.
Todo esto debemos enlazarlo con lo tratado anteriormente sobre aprendizaje, teniendo perfectamente claro que éste no habrá finalizado hasta que las respuestas adecuadas posean una gran fuerza de hábito, tal y como ocurre en los niveles de ejecución automática ya vistos. Sin olvidar que este aprendizaje debe ser puesto a prueba bajo niveles crecientes de activación, hasta que pueda asegurarse una ejecución eficaz incluso bajo estados de estrés.
En breve seguiré presionándolos con más textos aburridos y pesados.
Cuidense y cuiden de los suyos.

Centroamérica, Mayo 2017.[/right
"Ve a decirles a los espartanos,
extranjero que pasas por aqui,
que, obedientes a sus leyes,
aqui yacemos."
                                   Simonides.

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