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Cecilio Andrade

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¿Neurología y armas? … ¡Basta, por favor!
« on: February 19, 2017, 04:18:05 PM »
¿Neurología y armas? … ¡Basta, por favor!

Por Cecilio Andrade
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“Cuéntame y olvido. Enséñame y recuerdo. Involúcrame y aprendo” suelo repetir estas palabras de Benjamin Franklin muchas veces, en clases, seminarios, conferencias, tanto para mi mismo como para los sufridos oyentes que me soportan. Las considero una verdad absoluta para todo lo que implica enseñar y aprender. Algo a tener en cuenta tanto por alumnos como por preceptores. Maya Angelou reforzó enormemente esa apreciación con su comentario “La gente olvidará lo que dijiste, la gente olvidará lo que hiciste, pero la gente nunca olvidará lo que les hiciste sentir”. Es por ello que mis sufridos oyentes y alumnos se ven obligados a errar y equivocarse una y otra vez, hasta que los voy acercando a la meta final con pasos firmes sobre las piedras que les interpongo. ¿Lo logro? A veces si, a veces no, pero cuando no lo logran la culpa solo es mía por no saber encontrar la forma correcta.
Yogi Berra escribió que “La vida es una experiencia de aprendizaje, solo si aprendes”. Como seres humanos es lo único que de una forma u otra podemos atesorar de forma firme y permanente. Vernon Howard nos señaló una pequeña hoja de ruta “Camina siempre por la vida como si tuvieses algo nuevo que aprender y lo harás”, y Mahatma Gandhi plantó los hitos kilométricos de dicha ruta cuando dijo “Vive como si fueses a morir mañana. Aprende como si fueses a vivir para siempre”.
Aprender. Tan fácil de plantear y tan dificil de llevar a buen término, sobre todo si tenemos en cuenta lo que comentó Mark Twain “La educación consiste principalmente en lo que hemos desaprendido”. La sociedad actual se empeña en enseñar como debemos limitarnos, no como crecer y mejorar, sin darnos cuenta que tal y como expresó Mignon McLaughlin, “Aprendiendo demasiado pronto nuestras limitaciones, nunca aprendemos nuestros poderes”.
Recuerden que “Un hombre sabio puede aprender más de una cuestión necia que un necio de una cuestión sabia.” No se si Bruce Lee me catalogaría de necio, espero que no. Y en base a ello permítanme plasmar un consejo, aprendan de todo y de todos, tal y como la máxima de Thomas Huxley expresó, “Intenta aprender algo sobre todo y todo sobre algo”, buscando siempre tener la mayor prespectiva posible, ver todas las caras y facetas posibles del diamante de la verdad de aquella vieja fábula yemení. ¿La recuerdan? Escribí sobre ella hace unos artículos. Repasen.
Mejor será que pasé de la aburrida filosofía, operativa o no, al más práctico y entretenido del trabajo operativo. Me gustaría terminar esta entradilla con un pensamiento de Leonardo da Vinci, “Mientras pensaba que estaba aprendiendo cómo vivir, he estado aprendiendo cómo morir.”



Al intentar leer, y aprender con ello, determinados textos técnicos sobre el funcionamiento del cerebro ante determinadas situaciones, sean estas estresantes o no, con seguridad a la mayoría de los potenciales lectores les ocurre lo mismo, fastidio.
Fastidio que comienza al surgir determinada nomenclatura, jerga o definiciones más o menos técnicas. La mayoría acaban hastiados y pasan página. Otros, en cambio, las memorizan sin más, para poder pasar por eruditos en las charlas de café de media mañana. Muy pocos deciden profundizar en temas tan aparentemente escabrosos, y no los critico, realmente llega a ser tedioso tanto texto extremadamente técnico.
Por suerte algún que otro autor moderno ha logrado acercar este mundo a términos mucho más asequibles y cercanos, incluso logrando hacerlo ameno y entretenido, hasta el punto que no es extraño encontrarse conversaciones serias sobre estos temas en, por ejemplo, esas mismas cafeterías de los clubs de tiro, salas de descanso de las comisarias o incluso en reuniones sociales de ciudadanos y/o profesionales armados.
Ahora que está tan de moda escribir manuales sencillos sin muchos tecnicismos, para “dummies” les dicen, veamos si logro apuntarme a esta moda “cool” y hacer también sencillos y amenos tres puntos que influyen en las reacciones ante una actuación, reactiva o proactiva, ¿más palabrejas?, de riesgo. Si lo logro, y consigo mantener su interés hasta la última línea, les propondré ejercicios sencillos y didácticos de los que podrán sacar buenas conclusiones para su feedback o retroalimentación. ¿Lo ven? Otra palabreja, es casi inevitable.

Horror, empezamos con números.
Alguno dirá, “estupendo, ahora matemáticas” y pasará a otra página más amena, tranquilos, no son matemáticas de ese tipo. Ni soy matemático ni, mucho menos, soy el adecuado para pretender hacer sombra a Stephen Hawking.
Nos guste o no la vida son números. A veces conscientes, y otras, las más, inconscientemente, actuamos como acción y reacción a números y porcentajes. ¿Qué número define el límite de velocidad máximo en su carretera habitual? ¿Y el número de moneda local que concreta la multa a pagar si lo rebasa?
Observen la siguiente relación de números:
-   0.0000005
-    55/38/7
-    25/15

¿De qué habla Cecilio? ¿Qué son esos números? Mejor pasemos a la web de Playboy.
Su cerebro, y por tanto Ud´s, interpretan y reaccionan ante el mundo por y merced de dichos números. ¿No me creen? Permítanme un párrafo de explicación antes de cambiar a las conejitas.
Esos dígitos son los porcentajes con los que trabaja mi, su, nuestro cerebro. Conociendo la importancia de estas relaciones podemos ayudarnos a la hora de reconocer e identificar patrones para auxiliar y facilitarle, al cerebro, la atención y concentración necesaria en los puntos realmente críticos de la vida, sea cotidiana o no.
Si no han cambiado de página empecemos por ver como el cerebro lee al mundo y a sus integrantes.

Información consciente versus información subconsciente.
Empecemos con una pregunta sencilla ¿Cuánta información es capaz de absorber por segundo de forma consciente una persona promedio? Más sencilla imposible.
Si les digo que unos 2000 bits x seg es lo normal, la mayoría dirá que eso está muy bien, y seguramente pensarán que personalmente superan esa media con creces. Pero, lamento decirlo, la mayoría no llegamos normalmente ni a la mitad. En fin, llegó la hora de las odiosas comparaciones.
Este documento que leen tiene algo más de 180,000 bits. ¿Comenzaron a alzarse algunas cejas? Perfecto, eso busco, sigamos.
Esos 2000 bits son apenas el 0.0000005 % del total con el que nuestro subconsciente trabaja. Más arrugas en las frentes, ¿a que sí? Y ahí les surgirá, espero, la pregunta clave, ¿con cuánto trabaja el subconsciente entonces? Pues con la nada desdeñable cantidad de 400,000,000,000 de bits. Impresionante ¿verdad?
Bien, ¿que les parece si lo pasamos a una medida más de moda y “conocida”? los gigabytes (GB), los archifamosos “gigas” de los teléfonos “inteligentes”, tabletas y discos duros, entonces nos encontramos que se convierten con la nada desdeñable cantidad de más de 46 GB.
Paremos un segundo esta marcha de números gigantes, regresen a un punto, hablamos de procesar todo esto en un segundo, no simplemente de almacenarlo, con lo cual, si lo piensan un poco, la realidad es que superamos al mejor de los ordenadores y teléfonos inteligentes.
Vale Cecilio, dirán muchos, muy bonitos tus números y estadísticas, pero ¿en qué… (aquí seguramente incluirán un épiteto escatológico)… influye eso a nivel de mi supervivencia y respuesta táctica?
Simplemente en que nuestro cerebro ya tiene todos los datos externos necesarios para procesar una respuesta adecuada a la supervivencia del individuo, si este tiene la capacidad y los medios correctos, obviamente. Pero con un problema, lo ha hecho subconscientemente, y eso, por nuestra cultura y educacion formal, lo hace entrar en un mundo que la mayoría considera suposiciones y conjeturas, cuando no puras supersticiones y miedos.
Oímos hablar, según las creencias de cada quién, de instinto, intuición, sexto sentido, ángel guardián, espíritu protector, Dios, etc. Todo eso define al ente que se supone que nos avisa y hace erizar el vello de la nuca y/o de los brazos. “Senti que algo iba mal”, “algo me alertó”, “no me fiaba a pesar de su sonrisa y educación”, “nada más entrar noté las malas vibraciones”. ¿Cuántas veces han oído esas y otras muchas frases similares? Infinidad, seguro.
El ser humano tiende a buscar fuera, espiritual o físicamente, la respuesta de los hechos que no comprende. Sin darse cuenta que tenemos dentro de nosotros mismos las herramientas que la Madre Naturaleza, merced a la actuación de la Evolución, dura y neutral con todos los seres vivos, nos ha proporcionado y perfeccionado hasta el ínfimo detalle. Nuestro subconsciente es esa herramienta, “mágica”, si quieren verla así.
A los primeros homínidos, como a los Neanderthal o CroMagnon como últimos del escalafón conocido, no les causaba el más mínimo reparo fiarse de esos avisos subconscientes, y, por lo que intuyo, gracias a ello quizás ahora están Ud´s leyendo este texto, como último eslabón de la cadena evolutiva del Homo Sapiens.
Por desgracia en la sociedad actual todo aquello que no procesemos de forma directa y clara suena a superstición y magia. Lo que me lleva recordar a Arthur C. Clarke cuando dijo que “la magia no es más que ciencia mal entendida”.
Cuando, como profesionales y/o ciudadanos armados, nos enfrentamos a una situación dada, o esa situación nos aborda a nosotros, antes de que parpadeemos nuestro subconsciente ha sido capaz de escanear e interpretar en detalle el entorno en el que nos encontramos. El problema es que su única forma de comunicarnos que algo va mal es mediante “malos pálpitos”, intuiciones, en definitiva sensaciones. “Malos pálpitos” y sensaciones que nuestro cerebro consciente suele descartar por no dar una imagen de paranoico, estúpido, medroso o simplemente maleducado.
¿Cuántos conductores al llegar a ese cruce que siempre pasan sin mirar, hoy frenan y miran, evitando ese camión que se saltó el stop? ¿Cuántas madres llevando a sus hijos a la escuela de repente hoy deciden cambiar de acera, cuando siempre van por la misma? ¿Cuántas víctimas han podido posteriormente decir “algo me decía que no estaba bien”? ¿Cuántos policías al aproximarse a un grupo “intuían” que la cosa era mayor de lo que aparentaba el entorno? ¿Cuántos militares han notado los pelos de la nuca erizarse al entrar en una zona propicia a emboscadas? ¿Cuántos escoltas han sentido lo mismo al acercarse con sus VIP´s a un cruce rutinario?
No levanten todos la mano a la vez por favor, de uno en uno y con calma.
No es magia, ni poderes sobrehumanos, salvo que consideremos la capacidad de nuestro cerebro como sobrehumano, y entonces todos tenemos ese poder. Crean en su sexto sentido, su intuición, su instinto, su ángel o espíritu guardián, llámenlo como quieran, pero escúchenlo, gracias a su capacidad analítica el ser humano sobrevivió hasta hoy en día, permitiéndome escribir este texto y a Ud´s leerlo.
Pasemos ahora a analizar como este “superpoder” utiliza otras herramientas de nuestro prodigioso cerebro.

Porcentaje de atención.
El siguiente conjunto de números que comenté era un críptico 55/38/7. Este enigmático grupo nos da el porcentaje de atención que aplicamos de forma subconsciente a nuestros semejantes, ya sea en una reunión familiar, social o laboral, pero también en nuestro habitual devenir por la vida, ya sea bajo estrés en pleno enfrentamiento, o 100% relajados y tranquilos con un te verde en una terraza al sol.
Cuando interactúan de alguna forma con otro, u otros individuos, el porcentaje de preponderencia para su cerebro subconsciente, de lo que ve y oye, se representa con esa secuencia de la siguiente forma:
-   55 % su posición corporal, gestos, tics, etc.
-   38 % la forma en la que expresa las palabras, específicamente tono y modulación.
-   7 % las palabras en sí mismas.

En resumen, el aspecto que ofrece, como suena y lo que se dice tiene que ser congruente y formar un conjunto homogéneo y compacto. La diferencia de porcentaje no le da más importancia a uno que a otro, solo el grado de atención que le presta nuestro cerebro. Si alguno de esos puntos no resulta coherente con los demás nuestro subconsciente hace saltar una alarma del tipo “algo pasa, atento”. El superpoder del que hablamos en el punto anterior.
Cuando esos profesionales armados, madres y padres, conductores, personas en general, en su ámbito familiar, social y profesional, detectan subconscientemente una incongruencia en esos puntos, simplemente se alertan. Surgen los famosos nervios, “no sabía que era, pero algo me puso muy nervioso”. Y como ya dijimos nuestra sociedad tiende a menospreciar esos avisos “supersticiosos” y paranoicos.
Sabemos qué cantidad de información puede procesar nuestro cerebro subconsciente, ahora sabemos que información específica procesa, ¿puede unirse todo esto?
La respuesta es sencilla, no solo se puede unir, lo hace automáticamente sin control consciente por nuestra parte. Toda esa cantidad de información por segundo sería imposible de procesar, interpretar, definir y actuar con garantías de supervivencia ante una situación vital, por eso la Evolución lo ha llevado a nivel subconsciente, y tan solo nos transmite sus resultados, “algo va mal, actúa”. De nuestro nivel de aceptación de dicha transmisión depende el resultado final.
¿Esto funciona solo en situaciones de emergencia vital? No, funciona en cada segundo de nuestra vida cotidiana, no solo en una emergencia, con mayor o menor capacidad según edad, desarrollo, aptitudes, entorno, situación, etc. Pero es una función que jamás deja de operar mientras estamos con vida.
Existen estudios en los que se constata que incluso dormidos tenemos cierto nivel de vigilancia subconsciente del entorno, lo cual, evolutivamente hablando, es totalmente lógico. ¿Se imaginan nuestros ancestros prehistóricos simplemente desconectando del entorno? Rodeados de depredadores de todo pelaje no creo hubieran podido evolucionar mucho sin este proceso subconsciente de vigilancia.
¿Podemos ayudar a nuestro subconsciente a procesar mejor esa información? Indudablemente sí. Si de forma consciente somos más observadores con las incongruencias del entorno y las personas, nos resultará más fácil deducir e interpretar que nos quiere decir nuestro subconsciente. Educándonos a estar pendientes del entorno, de las caras, gestos, acciones, etc.
Podemos conseguirlo poco a poco, y de forma sencilla, prestando más atención a los gestos y acciones de nuestra familia, amigos, conocidos, compañeros, e identificando incongruencias. Una sonrisa en la boca pero no en la mirada, una apariencia relajada del cuerpo pero los ojos fijos o con movimientos bruscos, una ropa que no corresponde con su aptitud y respuestas, una pose relajada con una voz tensa, etc.
Un simple y tranquilo desayuno en una cafetería observando el entorno, a los demás comensales, nos puede dar muchas pistas y guías de aprendizaje.

Atentos, la mano es más rápida que el ojo.
Estamos en un lugar de ocio muy popular y, de repente, nuestra mano derecha se alza con aparente voluntad propia, para “mágicamente” interceptar, apartando de un manotazo, una bola de papel que un conocido nos ha lanzado a modo de broma.
¿Qué ocurrió? ¿Problemas de coordinación? ¿Un aviso de los espíritus? Ni mucho menos. Simplemente otra de las armas de la Evolución para permitirnos sobrevivir. Ese superpoder evolutivo nos relaciona con el último grupo de dígitos con el que di comienzo a este trabajo, 25/15. ¿Lo recuerdan?
Con lo que llevamos leyendo hasta ahora creo haber logrado demostrar la magnífica y eficiente herramienta, y arma, que tenemos entre ambas orejas y tras los ojos, el cerebro. Tan eficiente que trabaja aun a pesar de todas las trabas que le ponemos conscientemente.
Hemos visto desde la cantidad hasta como procesa la información del entorno, tras lo cual, con esta información genera respuestas automáticas, denominadas instintivas, para salvaguardar la integridad física de su vehículo de locomoción, a saber, el cuerpo.
Cerramos los ojos cuando algo se dirige hacia la cara, nos encojemos para formar un blanco más pequeño, compacto y protegido, ante un ataque sorpresa, y, lo que nos interesa en este trabajo, las manos se mueven de forma anticipada al acto de identificar la supuesta agresión.
En el mundo primitivo de nuestros ancestros homínidos, cuando ya eran bípedos que empleaban las manos para manipular y no para caminar o colgarse de las ramas de los arboles, los ataques surgían en las sabanas de forma instantánea y sorpresiva del lugar más inesperado. Y como nosotros, hoy en día, solo podían mirar en una dirección determinada, con un ángulo bastante reducido. La sabia Madre Naturaleza y su hija, la Evolución, fomentó y amplió la respuesta de interponer los brazos frente al cuerpo ante una sorpresa del tipo que fuera, incluso antes de haber identificado visualmente si es una agresión real.
Utilizando un caso moderno, ya que ni los tigres dientes de sable, ni las hienas gigantes, abundan mucho actualmente, podemos imaginar estar en nuestra casa, en la conocida y familiar, en el hogar. Estamos solos, todos han salido, no hay ruidos, estamos relajados, entramos a la cocina para tomar un vaso y al girarnos vemos “algo” que nos da un “susto”. Resultado, antes de ver mucho más que un bulto cercano soltamos el vaso y las manos se colocan frente a nuestro cuerpo en la clásica posición defensiva. Vaso roto, pulsaciones aceleradas, quizás incluso un pequeño grito, manos y brazos entre el “agresor” y nosotros, … ufff!!! Bochorno y vergüenza, es nuestra hija de 10 años con los ojos hinchados de sueño pidiéndonos un vaso de … agua. Toca recomponer la imagen de duros/as. ¿Nadie se reconoce?
Ante todo, para que quede claro, esta reacción no es vergonzosa, es realmente instintiva y grabada a fuego en nuestros genes. No demuestra que alguien sea más o menos valiente o cobarde, demuestra que tiene sus  aptitudes innatas de supervivencia activas. Más preocupante es aquel individuo que nunca siente ese “susto”, ya que su capacidad de reacción demuestra estar muy mermada o anulada.
No se avergüencen, sonrían, bromeen, comenten, pero acéptenlo como algo bueno, correcto y útil. Nuestros ancestros aprendieron a las malas que una respuesta fulminante ante un ataque sorpresa podía ser la diferencia entre vivir o no. Mejor pedir disculpas o sentirse avergonzado ante un “susto” intempestivo, que no reaccionar ante un ataque real.
Es por ello que tenemos la relación 25/15 que comentamos al principio. El 25 % de las conexiones nerviosas de nuestro cuerpo son exclusivamente para las manos, y el 15 % para los brazos, quedando el 65 % restante a repartir por el resto del organismo.
El 25 % de las manos controla la gran habilidad, capacidad y respuesta que tienen nuestras manos ante tantos eventos que el ser humano ha ejecutado a lo largo de su evolución en el planeta. Junto con ese 15 % de los brazos empezamos a comprender porque el ser humano es un ser gesticulante. Hablamos y expresamos más con las manos y brazos que con los labios. Y estas mismas habilidades son las que actúan a una velocidad aparentemente inhumana ante situaciones de estrés y supervivencia.
¿Cuál es el gesto verdaderamente innato? El que comentamos con el caso del “susto”, brazos al frente. Para golpear, frenar, agarrar o, en el peor de los casos, que el extinto tigre dientes de sable nos muerda el brazo dando tiempo a defendernos o recibir ayuda y salvar la vida, aun a costa del miembro.
Es por ello que la instrucción con armas de fuego debe ser tan esmerada, continua, diaria, actualizada y sobre todo realista. Ante un ataque no es natural bajar la mano, no es lo instintivo ni lo programado, aunque sí es lo que debemos grabar a base de repeticiones correctas, diarias y continuas, hasta que podamos realmente reaccionar así.
Pero cuidado, lo grabado en nuestros genes, instintos innatos, siempre prevalecerá sobre lo aprendido, instintos adquiridos. Ante situaciones que nos superen, por demasiado sorpresivas, o por no realizar entrenamientos continuos y realistas, entre otras cosas, volveremos a reaccionar de forma idéntica a nuestro ancestro Homo Habilis, con las manos al frente.
Entonces ¿cuál sería el secreto? Simple y llanamente entrenar, entrenar, entrenar, de forma continuada y diaria. El día tiene 1440 minutos, y dedicando 5 de esos minutos diarios a entrenamientos en seco, un inversión ínfima si lo analizan, notarán la diferencia en muy poco tiempo. Si a ello añaden un par de horas más intensas a la semana, incluso a la quincena, el resultado será mucho más que positivo. Pruébenlo, se que no les defraudará el resultado.
Ahora permítanme una advertencia, sin duda debiera haber empleado la palabra consejo, es menos agresiva y más politicamente correcta en el actual mundo de egos hipersensibles, no me disculpen, lo escribí a propósito.
Si entrenan distintas respuestas con las manos, ya sea según situaciones o según armas, llegará un momento en el que podrán ser increíblemente habilidoso en la paz de un tatami y/o un campo de tiro controlado y seguro. Ante una situación de estrés real, repentino y sorpresivo quizás, y sin quizás, su cerebro no tenga datos suficientes como para discernir si debe responder con el procedimiento A, B o C, que se han entrenado de forma casi obsesiva.
Intenten unificar sus distintas respuestas en un hilo común que les permita, con muy pocas variaciones, corregir su respuesta de la forma más eficaz según su cerebro vaya obteniendo más datos. Y luego entrenen con variaciones, con cuantas más lo hagan mas respuestas identificará su cerebro para su caja de herramientas instintivas. Entrenen, usar la violencia de forma controlada, ética y justa es una responsabilidad, jamás un privilegio y mucho menos un entretenimiento.

A modo de ejercicios.
Hemos visto como nuestro cerebro adquiere y procesa la información. Igualmente hemos visto que observa y que descarta. También hemos visto su respuesta defensiva estándar. A lo largo del presente trabajo he indicado ejercicios y capacidades que podemos fomentar para allanar la comprensión entre nuestro cerebro consciente y subconsciente.
Busquen en su vida cotidiana, familiar, social y profesional sucesos que ejemplaricen lo comentado. Busquen sucesos del tipo frenazo en un cruce, semáforo en rojo, una persona que me dio mala espina, “malas vibraciones” de algún lugar o momento. Busquen e intenten sacar conclusiones, datos, lecciones, ejemplos. Se darán cuenta que esos tres puntos están en su vida cotidiana tanto como en los sucesos extraordinarios y estresantes.
Me consta que muchos de Ud´s conocen el magnífico libro de Don Ernesto Pérez Vera y Don Fernando Pérez Pacho, “En la línea de fuego. La realidad de los enfrentamientos armados”. Capítulo a capítulo, caso a caso, busquen e identifiquen cada uno de los puntos aquí comentados, individual y en conjunto. Analícenlos desde lo aquí comentado según lo que relatan, desde los hechos, sin críticas negativas, solo como lecciones a absorber. Súmenlo a las explicaciones, datos y magníficos comentarios de ambos autores, y analicen lo que acaba surgiendo de todo ello.
Con todos esto no serán mejores profesionales, o quizás sí, pero no por el hecho de realizar lo recomendado, si no por su interés y deseos de mejorar, aprender y avanzar en la dura vocación de proteger y servir.
Cuídense y cuiden de los suyos.

Argentina, Febrero 2017.
"Ve a decirles a los espartanos,
extranjero que pasas por aqui,
que, obedientes a sus leyes,
aqui yacemos."
                                   Simonides.

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